Ellos eran fans de Bukele, se fueron a conocerlo a El Salvador y terminaron en la cárcel
En El Salvador, un tatuaje puede ser la diferencia entre la libertad y la prisión, tomando en cuenta el relato de dos colombianos, fans de Bukele, quienes vivieron en carne propia una detención arbitraria.
El Salvador sigue en boca del mundo. Pero más, de los funcionarios de Nayib Bukele y del denominado presidente Millennial. En su gobierno no pierden tiempo, en redes sociales, en asegurar que el denominado “Pulgarcito de Centroamérica” es el país más seguro del mundo.
Fue por esa vía fue que dos colombianos, entusiasmados con el material audiovisual que se replicó a la velocidad de la web, decidieron probar suerte en esta renaciente nación.
Atrás, por medio de un régimen de excepción, quedaron los más de 30 homicidios diarios en un territorio con un poco más de seis millones de habitantes.
Los sudamericanos José Antonio Potes y Manuel Fernando Castrillón admiraron la fuerza del mandatario salvadoreño y su decisión de mantener al ejercito patrullando en las calles, para arrestar a cualquier miembro de la Pandilla 18 o de la Mara Salvatrucha (MS 13), acérrimos rivales entre ellos, pero enemigos comunes de la sociedad.
Potes, desde una zona rural de Bogotá, decidió irse a vivir a territorio salvadoreño. Se trata de un soldador que se sintió identificado con la estrategia de un régimen aprobado más de una decena de veces desde 2022.
Por lo anterior, contactó a su compatriota, Castrillón, quien vivía en Guatemala. Los amigos tomaron sus pertenencias rumbo al que se jactaba de ser el país más seguro del mundo.
Poco tiempo después de su llegada, vivieron una realidad distinta a la informada por redes sociales, las cuales hacen que otros fans del presidente Bukele en Chile, Argentina, Colombia, Ecuador y hasta venezolanos que saben de totalitarismo, invoquen una figura igual en buena parte de la región.
Los fans de Bukele y su arresto: los tatuajes los condenaron
Entrevistados por Washington Post, la historia de José Antonio Potes y Manuel Fernando Castrillón pasa por diferentes momentos, desde su llegada a El Salvador, para conocer y vivir en el país de Bukele, hasta el golpe de realidad que les tocaría enfrentar.
Cuando salían de un centro comercial (mall), unos militares se percataron de sus tatuajes. Los pararon porque les dijeron que querían verlos. Aún, en tiempos actuales, un tatuaje en esa nación centroamericana, es considerado por un sector de la población como un distintivo de grupos delictivos.
Salían de una tienda de cosméticos cuando les pidieron sus documentos y que dejaran ver la totalidad de sus tatuajes. Potes les mostró el que llevaba en el pecho: un rosario y la imagen de su abuela. Ya desnudos, mostrando su arte, vino la pesadilla para los dos colombianos.
De un momento a otro, estaban siendo acusados de pertenecer a pandillas. Con el régimen de excepción, militares y policías pueden llevarse detenidos a sospechosos de integrar a estas bandas criminales. Fue lo que le ocurrió a los que en ese momento se creían fans de Nayib y su estrategia.
“Cualquier persona, cualquier trabajador salvadoreño o extranjero puede ser arrestado cualquier día con poca o ninguna evidencia”, citó el medio antes mencionado a Juan Pappier, subdirector interino para las Américas de Human Rights Watch.
“Nos dejamos caer en esta propaganda y la realidad es totalmente diferente”
Dos colombianos entusiasmados por vivir en el país más seguro del mundo, no imaginaron que acabarían experimentando todo lo contrario y muy cerca de verdaderos criminales u otros acusados de serlo sin mayor prueba.
La gran aceptación que tiene entre los salvadoreños la forma en que “mareros” (como son llamados los MS) y pandilleros han sido neutralizados, es una de las bases con las que el gobierno salvadoreño sostiene las prórrogas del régimen de excepción.
“Nos dejamos caer en esta propaganda y la realidad es totalmente diferente”, reconoció tiempo después Potes, al Washington Post.
Se refiere a la que habla de la gran aceptación al gobierno salvadoreño. Las encuestas reveladas sostienen que el 90% de consultados están de acuerdo con el hecho de capturar sospechosos de formar parte de estas bandas criminales.
El régimen de excepción, prácticamente las obligó a esconderse, mientras permanecen incomunicados con sus líderes en prisión, donde antes tenían privilegios como celulares y otros dispositivos electrónicos en las cárceles.
Nayib Bukele formó parte del gobierno del FMLN, acusado de pactar con pandillas para bajar homicidios. Ahora, separado de su ex partido político, la población lo alaba, incluso quien ha tenido algún familiar preso, durante meses, acusado de pandillero o marero, pese a que no hay pruebas que demuestren tal acusación.
Pero las capturas indiscriminadas han dado paso al hacinamiento en las prisiones, a tal punto que el mandatario salvadoreño anunció la construcción de una mega cárcel para encerrar a integrantes de estos grupos delictivos, o a los acusados de pertenecer a dichas estructuras, sin ser vencidos en juicio, porque el régimen de excepción así lo permite. Potes y Castrillón lo saben en carne propia.
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